Seguimos con "Abril, el mes del lector". Este post de Patricia (o Matilde Marmota, su otro yo virtual) me hizo especial gracia porque me sirvió para imaginarme lo mal que lo deben pasar algunas chicas cuando aterrizan por primera vez en El Club o el primer día de Craft and the City ^_^ Aunque debo añadir, que no os penséis que las profes o las anfitrionas no están nerviosas también! Algunas hasta más! :) Os recuerdo que si andáis por Barcelona o cerquita, acabamos de sacar la programación de clases de abril, así que venced los miedos y a apuntarse! Tenemos el curso de dibujo para lerdis calentito calentito!
Esta es Pat: "Madre de tres enganchada al trabajo porque el momento parque le mata. Alcohólica, amigas-dependiente y asistente compulsiva a talleres handmade sólo a tiempo parcial debido a las responsabilidades mencionadas. Soñadora de un futuro creativo siempre por llegar que al no venir de serie en formato don se traduce en muchas horas de trabajo y frutos de dudoso éxito de público. Viviendo un amor de verano con Dumbo desde hace un par de meses".
Apuntarse a un taller es fácil. Recibes una newsletter de alguna de tus páginas favoritas, te interesa el taller, miras la fecha en el calendario y si te encaja, te vienes arriba y te apuntas. Esa es la parte fácil del asunto. La cosa se complica cuando se acerca la fecha y afloran las dudas. ¿Para qué me habré apuntado yo a esto? ¿Qué necesidad tengo yo de conocer gente nueva si en realidad desearía desconocer a mucha de la que ya conozco? ¿No puedo hacerme yo amiga de la vecina de mi abuela y ahorrarme esta pasta?.
Finalmente llega el día (porque todo llega y todo pasa en esta vida) y te encuentras llegando tarde, porque prefieres llegar tarde que ser la primera. Vas mona y te has lavado el pelo, a estas cosas generalmente se apuntan mujeres. Vívoras como tú del estilismo ajeno, así que te esmeras.
Te reciben las organizadoras (que insisto, son mujeres seguro) y tú te sientes con un lugar en el mundo. Bienvenida, qué ilusión que hayas venido, pasa… y en este preciso momento te dejan sola. Es entonces cuando empieza tu pesadilla. Pasar significa entrar en la habitación donde están el resto de mujeres que se han apuntado y que si tienes mucha suerte no se conocieron en el taller anterior, al que no pudiste venir, y directamente ni te miran mientras se ríen muchísimo entre ellas.
Hay un catering ideal que alguien patrocina y que nadie toca porque dudas si es atrezzo y antes te arrancas una mano que ser la primera en lanzarte pese al hambre canina que tienes a estas horas. ¿Una copa de vino? - ¿pueden ser siete? piensas - ¡sí, por favor!, respondes. Si esto no pasa entras en riesgo de sacar tu móvil haciéndote la que no la que estás atareadísima porque eres indispensable en algún otro sitio. No es buena idea, todo el mundo sabe que estás mirando alternativamente la frase Mensajes recibidos (0) y Llamadas perdidas (Ninguna).
Si superas la tentación de hacer que te llaman y largarte, todo a partir de ahora es mejorar. Empieza el momento “busca tu amiga afín”, todo vale. Te fijas en la ropa, en cómo se peina, en que esa va por la segunda copa de vino y no ha comido nada. Nadie te presenta, la cosa se complica. Están las valientes, las que pegan la hebra con la de al lado con cualquier excusa ¿tienes hijos?, ¿no eres de aquí, no?, imposible aparcar ¿verdad?. Las miradas evitan encontrarse y si lo hacen sólo sonríes como cuando sales del baño y hay otra chica esperando. Los tacones te están matando y entre la copa, el bolso, y el abrigo se te está acartonando la pose porque sólo tienes una cosa en mente: sentarte en el lugar adecuado en la mesa puede hacer que te lo pases pipa o sea infernal e intentas tener sitio en la pole. Tu mente hace un último barrido entre las candidatas y te descubres seleccionando a la gente por el color de sus zapatos o su altura. Pides en tu mente que por favor alguien ponga orden, tintinee su copa y organice aquello.
Entonces te fijas en que la que sirve el vino te suena muchísimo. ¡Claro! ¡Es la que escribe el blog!. Tu mente tiene un proceso complicado llegado este punto. Tú lo sabes todo sobre ella, cómo y con qué frecuencia se lava el pelo y con qué productos, si desayuna papaya o muesli, el nombre de su gato, de su hija, lo que le regaló a su novio por su cumpleaños y lo que se ve desde la ventana de su cocina. Te acercas muy contenta llamándole como sólo le llama su madre y sin darle tiempo a procesar quién eres, le calzas que es más mona al natural (...), que no estás de acuerdo con que la leche sea perjudicial para la salud y que a ver si su madre le manda ya la receta de la quinoa con berberechos porque hace ya un mes que lo prometió en el blog. Ella piensa que eres una potencial asesina en serie y le das miedo seguro, pero en vez de soltar la botella y salir corriendo, te ofrece un poco más de vino para escapar mientras bebes.
Las mesas están preparadas y piden que vayamos eligiendo sitio. Todo muy mono, insisto. Descartas sentarte al lado de las que no paran de hacer fotos a cada detalle porque no sabes si son parte de la organización o si están canalizando su angustia escondiéndose tras la cámara pero no te parecen de fiar. Escoges por fin un sitio y te sientas. Si tienes muy mala suerte nadie se sienta a tu lado hasta el final y te sientes como en el colegio cuando hacíais equipos y no te elegían por cualquier tara genética pero si has sido más lista escoges a la que secretamente has cribado antes por el vestido monísimo que lleva, esperas a que se esté sentando y te sientas al lado sin darle tiempo a reaccionar. Es en este momento cuando todo el pescado está vendido. Ya no tienes escapatoria. Ahora tienes que disfrutar muchísimo.
Me llamo Tal, me llamo Cual. ¿Tú tienes un blog? Te preguntan para romper el hielo. Uf, pues no. ¿Debería? ¿Era requisito para apuntarse a este taller?. Todas tus carencias y tus miedos infantiles afloran en este preciso instante. Te das cuenta de que te dicen que no, que no hace falta tener blog pero toda la mesa empieza a sacar tarjetas de visita como japoneses descontrolados. Una hace galletas y ha traído unas cuantas para que las probemos, otra tartas, otra vende artículos de papelería y otra tiene una casa rural. Hay una quinta, arquitecta y sin tarjetas pero no te fías porque ha venido con su madre.
Lo que debería ser una actividad relajante se convierte de pronto en un estrés. Te explican lo que vais a hacer durante el taller y la idea te parece buena pero dejan muy en tu mano el tema de la creatividad con lo que tú, que sin manual de instrucciones no sabes ni abrir un yogur, empiezas a sudar. No sabes si las demás se han apuntado a este taller para demostrar lo bien que hacen todo. Son súper creativas y a los cinco minutos ya tienen la mitad terminado y les está quedando monísimo. Tú todavía no has abierto la bolsita de celofán con el material porque en realidad no te has enterado muy bien de lo que hay que hacer. Entonces copias. No te queda más remedio. Como cuando en el restaurante no sabes qué cubierto elegir y esperas a ver qué hace el de enfrente. Vuelves a superar la tentación de hacer que te llaman y salir corriendo.
Es entonces cuando la cosa mejora a velocidad de vértigo. Ya se ha roto el hielo, has buscado los lugares comunes para que la conversación fluya y lo que tienes entre manos ya no es un churro sino que se parece (aunque quizá demasiado…) a lo que hace la de al lado. Hasta ese día jamás habías probado esa técnica pero ahora resulta que no puedes vivir sin sosa cáustica, lana de baby llama, washi-tape, aceite de romero o agujas del 8. Si la organizadora del taller lleva una empresaria en su interior todos esos elementos te serán ofrecidos a la salida con un descuento del 10%, si no, te pasarás dos días buscándolos por internet.
Empiezas a disfrutar y por fin te relajas. Vuelve la sensación de cuando eras niña de estar pasando un buen rato coloreando un dibujo y te sorprendes riéndote a carcajadas junto a personas desconocidas. Te alegras de haber superado tus miedos y estar descubriendo a mujeres fantásticas, tan liadas o más que tú, con niños, madres, gatos o blogs a su cargo y aún así con la capacidad de priorizarse a ellas mismas durante un rato.
Las mujeres nos juntamos con otras mujeres desde tiempos inmemorables bien en la fuente del pueblo a comentar la mañana bien los jueves a tomar gin-tonics mientras criticamos a la que no ha venido. Da igual que lo que tengas entre manos sean dos agujas, un cuaderno con pegatinas, una cacerola o la cabeza piojosa de tu retoño. Nos juntamos para aprender a hacer cosas nuevas pero también para compartir el día a día. Encontramos consuelo, cariño y esperanza compartiendo una actividad relativamente útil pero probablemente preciosa que nos ayuda a afrontar un mundo que generalmente nos abruma y eso, bien vale el trance de apuntarse a un taller.
Finalmente llega el día (porque todo llega y todo pasa en esta vida) y te encuentras llegando tarde, porque prefieres llegar tarde que ser la primera. Vas mona y te has lavado el pelo, a estas cosas generalmente se apuntan mujeres. Vívoras como tú del estilismo ajeno, así que te esmeras.
Te reciben las organizadoras (que insisto, son mujeres seguro) y tú te sientes con un lugar en el mundo. Bienvenida, qué ilusión que hayas venido, pasa… y en este preciso momento te dejan sola. Es entonces cuando empieza tu pesadilla. Pasar significa entrar en la habitación donde están el resto de mujeres que se han apuntado y que si tienes mucha suerte no se conocieron en el taller anterior, al que no pudiste venir, y directamente ni te miran mientras se ríen muchísimo entre ellas.
Hay un catering ideal que alguien patrocina y que nadie toca porque dudas si es atrezzo y antes te arrancas una mano que ser la primera en lanzarte pese al hambre canina que tienes a estas horas. ¿Una copa de vino? - ¿pueden ser siete? piensas - ¡sí, por favor!, respondes. Si esto no pasa entras en riesgo de sacar tu móvil haciéndote la que no la que estás atareadísima porque eres indispensable en algún otro sitio. No es buena idea, todo el mundo sabe que estás mirando alternativamente la frase Mensajes recibidos (0) y Llamadas perdidas (Ninguna).
Si superas la tentación de hacer que te llaman y largarte, todo a partir de ahora es mejorar. Empieza el momento “busca tu amiga afín”, todo vale. Te fijas en la ropa, en cómo se peina, en que esa va por la segunda copa de vino y no ha comido nada. Nadie te presenta, la cosa se complica. Están las valientes, las que pegan la hebra con la de al lado con cualquier excusa ¿tienes hijos?, ¿no eres de aquí, no?, imposible aparcar ¿verdad?. Las miradas evitan encontrarse y si lo hacen sólo sonríes como cuando sales del baño y hay otra chica esperando. Los tacones te están matando y entre la copa, el bolso, y el abrigo se te está acartonando la pose porque sólo tienes una cosa en mente: sentarte en el lugar adecuado en la mesa puede hacer que te lo pases pipa o sea infernal e intentas tener sitio en la pole. Tu mente hace un último barrido entre las candidatas y te descubres seleccionando a la gente por el color de sus zapatos o su altura. Pides en tu mente que por favor alguien ponga orden, tintinee su copa y organice aquello.
Clase de monederos en El Club (sin vino pero sin agobios!) |
Entonces te fijas en que la que sirve el vino te suena muchísimo. ¡Claro! ¡Es la que escribe el blog!. Tu mente tiene un proceso complicado llegado este punto. Tú lo sabes todo sobre ella, cómo y con qué frecuencia se lava el pelo y con qué productos, si desayuna papaya o muesli, el nombre de su gato, de su hija, lo que le regaló a su novio por su cumpleaños y lo que se ve desde la ventana de su cocina. Te acercas muy contenta llamándole como sólo le llama su madre y sin darle tiempo a procesar quién eres, le calzas que es más mona al natural (...), que no estás de acuerdo con que la leche sea perjudicial para la salud y que a ver si su madre le manda ya la receta de la quinoa con berberechos porque hace ya un mes que lo prometió en el blog. Ella piensa que eres una potencial asesina en serie y le das miedo seguro, pero en vez de soltar la botella y salir corriendo, te ofrece un poco más de vino para escapar mientras bebes.
Las mesas están preparadas y piden que vayamos eligiendo sitio. Todo muy mono, insisto. Descartas sentarte al lado de las que no paran de hacer fotos a cada detalle porque no sabes si son parte de la organización o si están canalizando su angustia escondiéndose tras la cámara pero no te parecen de fiar. Escoges por fin un sitio y te sientas. Si tienes muy mala suerte nadie se sienta a tu lado hasta el final y te sientes como en el colegio cuando hacíais equipos y no te elegían por cualquier tara genética pero si has sido más lista escoges a la que secretamente has cribado antes por el vestido monísimo que lleva, esperas a que se esté sentando y te sientas al lado sin darle tiempo a reaccionar. Es en este momento cuando todo el pescado está vendido. Ya no tienes escapatoria. Ahora tienes que disfrutar muchísimo.
Me llamo Tal, me llamo Cual. ¿Tú tienes un blog? Te preguntan para romper el hielo. Uf, pues no. ¿Debería? ¿Era requisito para apuntarse a este taller?. Todas tus carencias y tus miedos infantiles afloran en este preciso instante. Te das cuenta de que te dicen que no, que no hace falta tener blog pero toda la mesa empieza a sacar tarjetas de visita como japoneses descontrolados. Una hace galletas y ha traído unas cuantas para que las probemos, otra tartas, otra vende artículos de papelería y otra tiene una casa rural. Hay una quinta, arquitecta y sin tarjetas pero no te fías porque ha venido con su madre.
Lo que debería ser una actividad relajante se convierte de pronto en un estrés. Te explican lo que vais a hacer durante el taller y la idea te parece buena pero dejan muy en tu mano el tema de la creatividad con lo que tú, que sin manual de instrucciones no sabes ni abrir un yogur, empiezas a sudar. No sabes si las demás se han apuntado a este taller para demostrar lo bien que hacen todo. Son súper creativas y a los cinco minutos ya tienen la mitad terminado y les está quedando monísimo. Tú todavía no has abierto la bolsita de celofán con el material porque en realidad no te has enterado muy bien de lo que hay que hacer. Entonces copias. No te queda más remedio. Como cuando en el restaurante no sabes qué cubierto elegir y esperas a ver qué hace el de enfrente. Vuelves a superar la tentación de hacer que te llaman y salir corriendo.
Es entonces cuando la cosa mejora a velocidad de vértigo. Ya se ha roto el hielo, has buscado los lugares comunes para que la conversación fluya y lo que tienes entre manos ya no es un churro sino que se parece (aunque quizá demasiado…) a lo que hace la de al lado. Hasta ese día jamás habías probado esa técnica pero ahora resulta que no puedes vivir sin sosa cáustica, lana de baby llama, washi-tape, aceite de romero o agujas del 8. Si la organizadora del taller lleva una empresaria en su interior todos esos elementos te serán ofrecidos a la salida con un descuento del 10%, si no, te pasarás dos días buscándolos por internet.
Empiezas a disfrutar y por fin te relajas. Vuelve la sensación de cuando eras niña de estar pasando un buen rato coloreando un dibujo y te sorprendes riéndote a carcajadas junto a personas desconocidas. Te alegras de haber superado tus miedos y estar descubriendo a mujeres fantásticas, tan liadas o más que tú, con niños, madres, gatos o blogs a su cargo y aún así con la capacidad de priorizarse a ellas mismas durante un rato.
Las mujeres nos juntamos con otras mujeres desde tiempos inmemorables bien en la fuente del pueblo a comentar la mañana bien los jueves a tomar gin-tonics mientras criticamos a la que no ha venido. Da igual que lo que tengas entre manos sean dos agujas, un cuaderno con pegatinas, una cacerola o la cabeza piojosa de tu retoño. Nos juntamos para aprender a hacer cosas nuevas pero también para compartir el día a día. Encontramos consuelo, cariño y esperanza compartiendo una actividad relativamente útil pero probablemente preciosa que nos ayuda a afrontar un mundo que generalmente nos abruma y eso, bien vale el trance de apuntarse a un taller.
Que cierto es!!! No he parado de reírme mientras lo leía! Mis compañeras de trabajo me miraban raro... Me ha encantado el articulo.
ResponderEliminarJajaja, madre mía Patricia es mi alma gemela, me siento totalmente identificada en todo lo que ha contado. Lo del momento taller y no conocer a nadie, ufff, se pasa fatal pero es verdad que nos viene muy bien estos talleres, con tanto lío semanal de trabajo, casa, hijo/as, sales renovada.
ResponderEliminarPatricia ¿no tienes blog? con lo divertida que eres escribiendo ¿a que esperas?
Me ha encantado la entrada.
Un abrazo,
Beatriz P.
Que bueno y q cierto! me ha encantado! je je
ResponderEliminarFantastico!!!!!! lo has clavado, que gustito saber que a casi todas nos pasa mas o menos lo mismo; lo digo yo, que estuve en CATC, y en la vida me habian temblado las piernas asi
ResponderEliminarun beso
jejejeje el momento "qué pánico me da hablar con desconocidas" es lo peor para mí, aunque se supera rápido y luego se te olvida ^^
ResponderEliminarHace poco fui a un knit café aquí en Turín y me pudo el "lo siento tengo que irme", no he vuelto, claro... :(
Si abres un blog, ya tienes unas cuantas seguidoras por aquí!
He claudicado al mundo blog http://matildemarmota.blogspot.com.es y estoy enganchada a twitter como @MARMOTILDE. Me alegro de que os guste. Cualquiera que haya ido a un taller por primera vez sabe de qué hablo. Gracias Deb por publicarlo. ¡Me ha hecho mucha ilusión!
ResponderEliminarGenial!!!
ResponderEliminarCULPA MIA LA FALTA DE LINK!!!!! PERDÓN!!!! :)
ResponderEliminarEs increíble lo parecidas que somos todas y cómo pensamos que todas las demás a nuestro alrededor son un prodigio de seguridad en sí mismas...
ResponderEliminarQué bien escrito, Matilde! Me ha encantado! ;)
Genial! Lo cuentas realmente bien!
ResponderEliminarJajaja,que bueno. Me he reido un monton mientras lo leia. Me imaginaba a mi misma en esa y en otras tantas situaciones como esa.... Al final,todas somos muy parecidas,no se por que nos tenemos tanto miedo...Me gustaria saber,que talleres hay parecidos en Valladolid. Si alguien lo sabe,que me informe,porfa. Lo necesito!!!! Me ha encantado :)
ResponderEliminarGenial! Totalmente identificada! Qué fuerte, ¿como nos parecemos todas no? No se podria haber descrito mejor. Me voy directa a tu flamante blog!
ResponderEliminarJajaja!!! que divertido post, pero asi somos realmente. Felicidades por exponerlo tan bien.
ResponderEliminarjajajaja es buenísimo!! Me he reido un montón! :)
ResponderEliminarBoníssim!!!!
ResponderEliminarjajajjaaaa me has descrito a la perfeccion!! me ha encantado.