SI YO DIRIGIERA EL MUNDO...

Si yo dirigiera el mundo...

En las escuelas se enseñaría a los niños a respetar y colaborar con los demás. No se les obligaría a estudiar estupideces ni habría exámenes ni deberes, cada uno avanzaría a su ritmo y sería un lugar donde todos querrían pasar más tiempo porque los maestros sabrían cómo sacar de cada uno lo mejor. Se les enseñaría a meditar, a hacer yoga, a que existe la medicina natural y a que no necesariamente hay que correr al médico por cada cosa que nos sale y que no hay que dar por sentadas las opiniones ajenas sólo porque se supone que debemos hacerlo. Se les enseñaría a entender sus miedos y enfrentarlos desde la comprensión. Verían que la vida es más que obligaciones y que pueden decidir de forma libre todo el tiempo. No se sentirían como corderos sometidos a las normas que van a seguir sometidos a las normas para el resto de sus vidas (menudo mensaje de esperanza e ilusión...). 

Querrían a sus compañeros porque hablarían de cada conflicto y sabrían expresar sus sentimientos y sabrían resolver problemas de forma pacífica y dialogada. Se relacionarían no sólo con los de su clase sino con el resto de niños de todas las edades. Y aprenderían a hablar con adultos de cosas de adultos, porque no hay cosas de adultos y de niños sino que todas las cosas son cosas de personas. Aprenderían a ser autónomos y emprendedores. Aprenderían oficios y a hacer las cosas del hogar, a reparar grifos y a entender la electricidad, pero también a instalar placas solares y a cultivar huertos y cuidar animales. Harían trabajos para la comunidad y no se les apartaría de las cosas tristes o defectuosas porque esas cosas forman parte de la vida y tener una pantalla delante no es bueno para nadie, verían cómo resolver situaciones negativas con gracia y creatividad. Nadie les hablaría como si no entendieran nada y como si fueran una molestia y se les escucharía cada vez que abrieran la boca.

Si se les dieran opciones desde el principio, cada niño destacaría en su talento y llegaría a un nivel más alto en menos tiempo.

Las escuelas hoy dan miedo. Las escuelas, desde que son escuelas, dan miedo. Se nos enseña a no cuestionar nada y a aprendernos de memoria un montón de datos que no necesitamos y que de hecho olvidamos en menos que canta un gallo porque no nos lo han explicado de la forma adecuada y han convertido el aprendizaje en un sinsentido. A los niños se les diagnostican enfermedades de déficit de atención cuando lo que ocurre es que hay pésimos profesores y pésimos métodos de enseñanza. Si están inquietos en clase será por algo. Si nos parásemos a escucharles veríamos por qué, pero nadie se toma la molestia. Me pregunto cómo hemos llegado a este punto sin hacer nada al respecto, cómo es que el sistema de enseñanza nos parece correcto, cómo es que la escuela parece un lugar donde aparcar a los niños unas cuantas horas cada día para que dejen a sus padres ir a sus trabajos y para que "aprendan" cuando en realidad no aprenden nada y vuelven a casa llenos de traumas y con sus defectos claramente señalados en boli rojo, y aún los padres les obligan a rendir más después de clase y las notas son ese gran problema. Las notas nos convierten en fracasados prematuros, hacen partícipes a los niños del sistema de clases que reina en la sociedad: tú tienes éxito y tú eres un fracaso porque tienes dinero o tienes un trabajo o una segunda residencia y ellos son más o menos porque sacan buenas o malas notas y ya se vislumbra que no llegarán a nada si siempre vienen a casa con suspensos y se les amenaza con un futuro oscuro y miserable por no ser capaces de memorizar como loros. Ser un buen loro no es síntoma de éxito. Ser un buen loro no es ser listo.

El éxito es de los valientes, de los que eligen vivir de la manera que desean, de los que saben a dónde pueden llegar y hacen lo posible por conseguirlo. Y si yo dirigiera el mundo, haría que los niños, desde pequeños, escucharan sus instintos y siguieran sus pasiones. 

O todo seguirá invariablemente igual dentro de un par de generaciones. Y aún nos sorprenderemos por ello.

Si queremos que cambie el mundo, tenemos que cambiar la forma en que levantamos a nuestros niños.