IN THE PARK

Era domingo y empezamos a subir cuestas después de dos capítulos de Fringe. Sabíamos que la montaña estaba cerca porque la veíamos desde casa. Muy cerca. Detrás justo de las casas de los Goonies, que son unas casas unifamiliares marrones y blancas a las que tampoco habíamos subido nunca. Y enseguida llegamos a un parque y más arriba a unas casas y más arriba a un monte sin caminos y los perros ladraban y todo parecía siniestro y sentía como si nos observaran desde detrás de las ventanas y tenía miedo de caerme  y llevaba el bolso con la cámara de fotos y me la imaginé destrozada y al final bajamos por una pineda donde había una jeringuilla tirada y me hizo pensar en mi barrio en los 80 y me entró como pena, pero nada más salir de ahí dimos a un mirador desde donde por fin se veía el parque que andábamos buscando, solo que seguíamos sin saber cómo llegar, así que saltamos la valla del mirador y otra vez bajamos por caminos extraños y empinados y alcanzamos la petanca y unas niñas se reían de nosotros o quizás no de nosotros pero ya se sabe que las niñas son crueles a veces aunque se les perdona siempre y por fin llegamos al parque del lago al que sólo había ido una vez en la vida y que tiene una escultura de Chillida colgando encima del lago. Había una sola canasta de baloncesto sobre un campo de tierra encharcada (¿acaso nadie se da cuenta de que uno no puede jugar a baloncesto sobre arena?) y los niños, como siempre, jugaban a futbol sin porterías. Compramos una coca-cola para la vuelta a casa.