wabi sabi

Llevo bastante tiempo pensando en este asunto del wabi sabi. Ya solo el nombre, cuando lo oí la primera vez, me pareció que fuera lo que fuera, tenía que ser lo más. Y luego, como el día de tercero de BUP en que el profe de filosofía describió a los epicúreos, me sentí como quien ve la luz en un túnel. Yo no soy religiosa pero me imagino que esto es lo que alguien siente cuando encuentra a su Dios -no este dios que te imponen tus padres o tu colegio o tu país, sino el dios que encuentras tú solo, a tu manera y por sorpresa.

Desde entonces he estado mirando y remirando páginas varias, y ya el colmo del asunto fue que hace unos días la divina Merche de Grossomodo -que por otra parte me vino a ver al Nómada y me alegró el día total (ahora me da pena que no vivamos en el mismo sitio para tomar tés juntas y estampar telitas de vez en cuando)...- escribió un post sobre un libro que estaba en mi wish list de amazon hacía unos días y que ahora con su recomendación voy a encargar sí o sí, sin lugar a dudas.


Una manera de definirlo (sacada de este artículo del arquitecto Tadao Ando, sería: "wabi-sabi es el arte japonés de encontrar la belleza en la imperfección y la profundidad en la naturaleza, de aceptar el ciclo natural de crecimiento, decadencia y muerte". Los entusiastas del wabi sabi se llaman wabibitos.

Así que hoy me he puesto romántica pensando en mi piso, del que siempre me quejo por lo viejuno que está, y he hecho unas fotos. Así cuando me vaya (previsiblemente dentro de un par de meses), pensaré en las grietas y las humedades como algo natural y maravilloso.